jueves, 3 de mayo de 2007

Meritocracia: La utopía de las masas y el malestar ideológico de las elites


La meritocracia (terminó patentado por Michael Young) es sinónimo de conocimientos o prácticas, que se jerarquizan y estratifican de acuerdo a principios de excelencia y competencia, dirección y capacitación, para la toma de decisiones. Una sociedad o institución es meritocrática, en la medida que se orienta por valores de máxima calificación que le permitan desarrollar un orden sistémico en función de objetivos realizables. Lo contrario supone desorden y caos y una movilidad social errática y compulsiva.
La meritocracia es un término moderno acuñado a partir de la idea de movilidad social, a saber, personas de estratos medios o bajos que, producto de sus méritos laborales e intelectuales, logran un ascenso en la pirámide social, lo que no necesariamente conlleva una aceptación del círculo de hierro conformado por las elites.
Por ejemplo, la vemos reflejada en el ámbito empresarial. La meritocracia puede sonar a utopía en el caso de muchas empresas estatales o privadas, pero lo real es que es la mejor manera de que las posiciones jerárquicas, los ascensos, los puestos de responsabilidad y el poder se obtengan sobre la base de méritos como educación, talento, laboriosidad, esfuerzo, habilidades, eficacia y competencias.
Es verdad que los méritos pueden ser subjetivos, pero también es cierto que están asociados a un sistema de valores y que, una vez definidos claramente, pueden ser cuantificados y valorados de una manera imparcial y justa.
En este sentido, el nepotismo, la partidocracia y la plutocracia son sistemas que no se basan en los logros de las personas, sino en favores o riquezas de algunos pocos. Ideologías o sistemas que las elites se han encargado de perpetuar.
Es así como vemos a parientes y amigos en los puestos gerenciales, ya sea porque se trate de empresas familiares o porque el gerente general teme a la competencia talentosa y prefiere trabajar con gente "de confianza". "Hay gerentes que se pueden eternizar en sus escritorios, sin por ello aportar mayor valor agregado a la organización".
A lo largo de la historia todo aquello que se masifica provoca siempre, inicialmente, el rechazo de los estamentos cultos de la sociedad. Movidos por la gradual democratización del acceso a los mercados, el incremento de los ingresos,el ensanchamiento de las posibilidades y los avances materiales y técnicos que ocurren con el despliegue de la modernidad, las mujeres y hombres están ingresado masivamente a los beneficios del consumo. Basta con observar lo ocurrido durante las últimas cuatro décadas en nuestra sociedad: se han masificado las radios y el televisor, el automóvil y varios electrodomésticos del hogar, la telefonía fija y el turismo local, la educación secundaria y la oferta de una mayor variedad de alimentos y vestuario.
Todo esto a contribuido a que las masas, o si se quiere mass media para efectos de los periodistas o comunicadores sociales, vean y crean en la posibilidad de generar nuevos y mejorados entornos lo que se traduce, a mi juicio, en una utopía de las masas. Esto porque las clases medias ven, puntualmente en la educación, que las posibilidades de ascenso no se remiten sólo a las herencias, los apellidos, las instituciones educativas o los sectores políticos. De esta manera el esfuerzo y el mérito son válidos para no sólo ser reconocidos, sino que aceptados.
Esto contrasta con el pensamiento ideológico de las elites, que en el caso de nuestra sociedad, posee claramente un pensamiento conservador, en cuanto a las estructuras y a quienes deben ser parte de la elite. Lo curioso es que son ellos mismos los que se asignan a sí mismos.
La movilidad social emerge, evidentemente, de canales de ascenso como el que permite, por ejemplo, el pasillo de la actividad política, que opera generalmente como un ascensor, más que como un pasillo, pero ojo, porque dentro del sistema político vemos que también existe perpetuidad por parte de las elites y que estas no están dispuestas a ceder su lugar a manos de unos aparecidos que, pudiendo ser muy capaces, no tienen una tradición o herencia republicana que sí poseen ellos.
El sector de altos ingresos articula la creación de elites dirigentes a través del proceso escolar, desde la escuela básica hasta la escuela superior. Lo hacen a través de procesos de exclusión social, de selección social mediante los cuales se pretende premiar la disposición hacia los estímulos del talento. Sin dejar de señalar que en sociedades de alta fluidez como la citada, la selección del talento es al mismo tiempo una selección social, a través del cual se genera una distorsión importante que excluye a los sectores menos favorecidos en términos de ingreso familiar, una corrección que, evidentemente, supone políticas públicas apropiadas, a fin de aumentar el pool del talento, para beneficio de la propia sociedad y su bienestar.
Es decir, esta idea de utopía atenta contra una construcción ideológica de perpetuidad patentada por las elites, en la cual queda establecido que sí es importante el apellido, la herencia familiar, la formación educacional, etc.
Sobre la base de esto, no es posible generar la movilidad social necesaria para el desarrollo de un país.

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A mí Tio Dario (Q.E.P.D)...

A mí Tio Dario (Q.E.P.D)...
La verdadera riqueza de los individuos está en su perseverancia y en su constancia