lunes, 30 de junio de 2008

Las movilizaciones a las cuales no están empezando a acostumbrar y agotar los estudiantes secundarios, amparados por universitarios, profesores y, por que no decirlo, juventudes y partidos políticos, a estas alturas parecen movilizaciones anarquistas que reinvidaciones y expresión de oposición a la LGE. De hecho, me gustaría saber cuantos de los estudiantes que se movilizan conocen o se han preocupado de leer la LGE en todos sus cuerpos o, en el mejor de los casos, una comparación con la LOCE.
El argumento que esgrime la mayoría es el fin del lucro. Sin embargo, claramente el fin de este no garantiza que la calidad de la educación mejore, debido a que los estudiantes se han acostumbrado al asistencialismo y clientelismo por parte del gobierno de turno, que para mal del oficialismo, ha sido precedido por ellos durante cuatro años.
Pero de algo estoy convencido. Si los estudiantes y profesores tuvieran el mismo ímpetu para salir a las calles, generar desorden y desmanes como para asistir a clases y entregar una buena educación en base al perfeccionamiento y estudio constante sin duda que la educación chilena sería mucho mejor.

jueves, 26 de junio de 2008

Progreso material y conservación del medio ambiente



El tema del desarrollo, la inversión de mayores recursos por parte del Estado en investigación y desarrollo (I+D) vienen haciendo ruido hace un tiempo.
Sin embargo, es el momento que dejen de hacer "ruido" y se conviertan en "escuchar y concretar". El camino avanzado por Chile en vías del desarrollo fue bastante ágil durante la década de los noventa. Sin embargo, a comienzos del siglo veintiuno los pasos de nuestro país por lograr el desarrollo se han ido estancado y incluso me atrevería a decir que retrocediendo a las sombras del perpetuo subdesarrollo.
Debemos entender, en términos económicos, que todo desarrollo o crecimiento implica un "coste de oportunidad", es decir, la afirmación de que para producir más "A" debemos estar dispuestos a sacrificar "B". En este sentido, debemos ser capaces de aprovechar la amplia gama de recursos naturales que poseemos en pos de terminar con la dependencia, por ejemplo, en materia energética. Y quiero detenerme en este último punto porque todo país que pretenda alcanzar el desarrollo necesita aumentar sus niveles de producción y para eso es central contar con fuentes de energía propias que permitan lo anterior. Eso sumado a la eficiencia y el cambio cultural que amerita en nuestros recursos humanos que deben entender la importancia del trabajo bien hecho, la optimización de las horas de trabajo, y que la cantidad y la calidad no son lo mismo.
Ahora, con respecto al tema del desarrollo y el medio ambiente, algunos economistas plantean que los países son tanto más desarrollados cuanta mayor capacidad tienen de explotar y transformar el medio (el suyo o el del vecino). Y todo eso significa, por ejemplo, suelos extenuados por una agricultura intensiva que recurre a fertilizantes sintéticos para mantener o aumentar la productividad, factorías que vomitan toneladas de productos tóxicos a la atmósfera o a las aguas, agrupaciones humanas que generan toneladas de basura difícil de digerir.
¿Por qué no se ponen soluciones, que las hay, a los problemas que trae consigo el desarrollo y crecimiento para un país como Chile?. A mí juicio sencillamente porque son soluciones que cuestan dinero, encarecen los productos, disminuyen la competitividad y obligan a subir los impuestos en este juego de equilibrio entre política y mercado.
Los más radicales dirán: "¡Que se pare todo eso! Volvamos a una forma de vida más natural" (reconozco y asumo que no sería capaz de definir en qué consistiría una vida más natural). Mientras que otros dirán: "Que siga la cosa, y los que vengan detrás que asuman con las consecuencias".
Entonces, por ejemplo, nos negamos a la implementación de las centrales hidroeléctricas en Aysen, pero por otro lado también nos negamos a la posibilidad de entregar una parte ínfima de nuestra amplia soberanía marítima a los bolivianos a cambio de gas y de lo anterior en ningún lado se estipulan soluciones concretas sobre problemas reales y que de seguro no se van a solucionar de un día para otro, pero si es urgente empezar a delinear los caminos y las vías que no permitan comenzar a cimentar el Chile del presente y del futuro.

ROL DEL ESTADO Y JUSTICIA SOCIAL: ¿ASISTENCIALISMO O CLIENTELISMO?

La lucha por alcanzar la justicia social ha sido la causa de gran parte de la miseria humana. Es más, a través de la historia una forma de injusticia es a menudo reemplazada por otra peor. La Revolución rusa que en 1917 derrumbó al zar y a sus injusticias, le abrió las puertas a Lenin, a Stalin y demás dictadores brutales que asesinaron a decenas de millones en nombre de la "revolución proletaria".
El alzamiento de Fidel Castro contra Fulgencio Batista en Cuba y del ayatola Jomeini contra el Sha en Irán produjeron regímenes mucho peores y sanguinarios.
La carnicería de casi 200 millones de víctimas en el siglo XX ha sido el resultado directo de luchas por la justicia social vista como igualdad de ingresos, el bien común y demás alternativas al "malvado" capitalismo. Lo anterior por cierto debe ser proporcionado y garantizado por el Estado.
Una de las definiciones que existe por justicia social es "el conjunto de decisiones, normas y principios considerados razonables de acuerdo al tipo de organización de la sociedad en general, o en su caso, de acuerdo a un colectivo social determinado. Comprende por tanto el tipo de objetivos colectivos que deben ser perseguidos, defendidos y sostenidos y el tipo de relaciones sociales consideradas admisibles o deseables, de tal manera que describan un estándar de justicia legítimo".
Respecto a lo anterior podemos inferir que un estándar de justicia sería aquello que se considera más razonable para una situación dada, en el fondo, "dar a cada quién lo que cada uno se merece".

Por esta razón, la justicia social se refiere a las nociones fundamentales de igualdad y de derechos humanos ejercidos en una sociedad justa y libre donde ambos conceptos pueden negarse o promoverse, a escala individual, local, nacional y mundial. Una situación de justicia es imprescindible para que los individuos puedan desarrollar sus capacidades por completo y para que se pueda instalar una paz duradera.
Sin embargo, ¿Qué ocurre cuando el Estado interviene esta idea de justicia, determinando lo que a cada sujeto le corresponde sobre la base de su idea de justicia?.
En su texto "La ley y el Estado" Bastiat(2) propone que "cuando los acuerdos sociales no están claramente ordenados, cuando están controlados por una omnipotente minoría, el orden natural y espontáneo que surge del funcionamiento libre y ordenado de la sociedad, el cual es necesario para lograr la armonía social, genera como resultado el caos social".
De esta manera, Bastiat señala que la Ley existe para proteger los derechos de las personas y no para atropellos o abusos. Los derechos básicos son la vida, la libertad y la propiedad. Estos derechos son anteriores a cualquier legislación humana. En este escenario, serían los políticos quienes han tergiversado la ley en pro de intereses personales por sobre los intereses y necesidades colectivas, convirtiéndola en una forma de expoliación legal para repartir favores, dineros, bienes tomando de unos para entregar a otros. Modificada a gusto por la coalición gobernante de turno y convirtiéndola en la herramienta de coacción del gobierno contra sus propios ciudadanos.
Bastiat propone que "La ley es la organización del derecho natural de legítima defensa: es la sustitución de la fuerza colectiva a las fuerzas individuales, para actuar en el campo restringido en que éstas tienen el derecho de hacerlo, para garantizar a las personas, sus libertades, sus propiedades y para mantener a cada uno en su derecho, para hacer reinar para todos la justicia."
Respecto del Estado plantea que todos esperan algo o todo de éste. Que la seguridad, el empleo, la salud, la educación, la infraestructura, etc.


En el fondo, para Bastiat "El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo."
De esta forma, el Estado no debiera entendido como asistencialista ni mucho menos clientelista. Es decir, no es el rol del Estado ser considerado o visto como "el máximo proveedor y satisfactor de necesidades" en sociedad, sino que debe facilitar los medios para que los individuos se realicen en libertad y generen sus propios fines, velando porque sus acciones y actuaciones se atengan a los acuerdos sociales implícitos de común acuerdo. De esta manera, sería posible lograr un Estado que garantice la movilidad social y una sociedad del mérito donde los mejores, los más eficientes, reciban lo que merecen en desmedro de quienes pretendan que todo sea dado porque el simple hecho que les corresponde porque el Estado está para dar.
Con esto la libertad de los individuos se ve atentada debido a que no tienen más que acatar lo que el Estado les proporciona y facilita como manera de honrar y llevar a cabo el ideal de "Justicia Social", siendo que en el sentido más estricto la justicia social no es otra cosa que, reitero, dar a cada quién lo que cada uno se merece sobre la base de su trabajo, sus conocimientos y su aporte a la sociedad.

miércoles, 4 de junio de 2008

Opinión: Marchas Estudiantiles

El día de hoy los estudiantes, tanto secundarios como universitarios, han salido a las calles para manifestarse en un paro de carácter nacional, cabe señalar convocado por el Colegio de Profesores que actúa de reparto frente al protagonismo de los primeros.
Ahora, muchos de los estudiantes que salen hoy a las calles exigen mejor calidad de la educación y fin al lucro, pero ¿Qué definen ellos como "mejor calidad de la educación"?. ¿Acaso al terminar con el lucro y poner la educación en manos del Estado se garantiza mejorar la educación?, ¿Qué pasa con la generación de espacios de movilidad social y puestos de trabajo?. ¿Qué ocurre con el bienestar físico y mental de nuestros jóvenes, quienes deben disponer de buena salud y condiciones idóneas para desarrollarse?
Es decir, exigen al Estado desde su perspectiva. Pero éste último no sólo vela por los intereses y protección de los estudiantes, sino que además debe y tiene que focalizarse en temas tales como salud, empleo o generación de puestos de trabajo, energía, modernización del Estado y otras que, al igual que la educación, también resultan indispensables para el desarrollo de Chile y sus habitantes si queremos por fin alcanzar el desarrollo y salir de la mediocridad con la que se actúa y toman las decisiones.

domingo, 1 de junio de 2008

Columna de Opinión de Carlos Peña González. Rector y profesor Universidad Diego Portales

La UDI debe ser de los pocos partidos prohijados por una dictadura que, después de dos décadas, todavía gravitan en el sistema político. Basta poner en una lista a sus miembros más prominentes -Novoa, Chadwick, Coloma- para recordar que ese partido se formó al compás de los desvaríos del régimen militar.
Eso explica buena parte de sus vicisitudes tácticas y de sus balbuceos ideológicos.
Los creadores de la UDI coquetearon alguna vez con Vásquez de Mella (un tomista de hace un siglo que propugnó el corporativismo como antídoto a la democracia, y cuyas ideas Guzmán repetía a la letra en sus clases); se emocionaron oyendo a Blas Piñar (el líder de Fuerza Nueva, un grupo surgido del franquismo que en los setenta visitó un par de veces la Facultad de Derecho de la UC), y asistieron orgullosos a la ceremonia de Chacarillas (donde se hizo del autoritarismo un programa político de largo plazo).
Entonces la dictadura no tenía defectos. Y si los tenía, ahí estaban los abogados del gremialismo -la UDI de hoy- para justificarlos.
Es que por esos años la adhesión a la democracia liberal estaba todavía lejos. A lo más se la veía como una meta de largo plazo, cuya consecución, argüía Guzmán, estaba subordinada a la transformación económica.
Mientras tanto, los cuadros de la UDI se formaban en la Secretaría de la Juventud, en el Consejo de Estado, en las municipalidades.
Hacer de esos cuadros un partido político, incluso a las patadas (son los años en que al sosegado y pragmático Longueira de hoy se le llamó "el Lenin de la derecha"), fue la tarea y el gran logro de Jaime Guzmán: un político que -a pesar de los intentos de hoy por beatificarlo- era lo más alejado que quepa imaginar a eso que Hegel llamaba un "alma bella".
Y allí donde nadie lo esperaba, ese partido tuvo éxito.
Pero ello no se debió a la virtud de su proyecto político, sino a dos o tres acontecimientos. A eso que Maquiavelo llamaba la fortuna. El primero fue el asesinato de Guzmán, que le permitió disponer de un mártir y componer así el comienzo de una hagiografía (todos los partidos de veras la tienen). El segundo fue el surgimiento de Lavín (un líder capaz de mezclar el carisma y el simplismo en dosis casi perfectas).
Esos dos acontecimientos -la tragedia y la comedia- fueron claves en el éxito de la UDI; pero justamente porque se trata de acontecimientos, de cosas que ocurren sólo de vez en cuando, lo probable es que ese éxito no dure demasiado. La gente suele morir sólo una vez, y los líderes como Lavín acaban, como ha ocurrido ya, banalizando su propio carisma.
Así entonces, la UDI -si quiere sobrevivir y no experimentar, tarde o temprano, la suerte de todos los partidos prohijados en dictadura- requiere llevar adelante algunos cambios.
El primero de todos es ideológico. La UDI hasta ahora no tiene ideas (salvo que se pueda llamar ideas a los recuerdos de su fundador). Tiene tácticas, intereses, énfasis, pero no tiene propiamente ideas. Tampoco tiene, a diferencia de los partidos con más historia, eso que los cientistas políticos llaman un cleavage, un arraigo preciso en la estructura social. La preeminencia de los intereses tácticos y la carencia de ideas fueron lo que le permitió tener de líder a un personaje como Lavín: nadie supo nunca qué pensaba ni qué haría, y a nadie tampoco le importó mientras alimentara las esperanzas de triunfo. Pero hoy Lavín no está, tampoco se avizora otro, y las ideas comienzan a mostrar su importancia.
Por supuesto, ahora Vásquez de Mella no sirve y Blas Piñar menos. Y Guzmán tampoco dejó muchas. A buscar se ha dicho.
El segundo cambio es de rostros. A la UDI le ocurre al revés de la Concertación. Mientras en la coalición de gobierno los viejos están de vuelta, en la UDI es imprescindible dar de baja a los que llevan más tiempo. Hay que llamarlos a retiro no porque sean malos o no sean confiables; es que mientras ellos estén en la primera fila, la UDI carece de eso que los sociólogos llaman estructura de plausibilidad: rostros e historias que confirmen lo que dice ser, un partido popular moderno y democrático. Desgraciadamente, hasta ahora, esas frases no calzan con los rostros que las pronuncian.
En fin, y en el largo plazo, la UDI debe ser capaz de compatibilizar el conservantismo moral que proclaman algunos de sus líderes, con los cambios de costumbres que experimenta la mayoría. Y su actual convicción democrática con el pasado de algunos de sus dirigentes. No se puede ganar al electorado defendiendo convicciones de minorías y llevando al apa un pasado de ese porte. Aunque se hagan esfuerzos por disimular, tarde o temprano se nota.
Como se ve, no son pocos los desafíos de la UDI. Y la renuncia de Hernán Larraín puede ser un síntoma de que las cosas son peores de lo que parecen: después de todo, Larraín era de los pocos dirigentes de la UDI a quien nunca se le oyó recitar a Vásquez de Mella, ni se le vio aplaudir a Blas Piñar.
*Nada más que decir...por algo es uno de los reconocidos intelectuales de este país. Claro, preciso y conciso.

A mí Tio Dario (Q.E.P.D)...

A mí Tio Dario (Q.E.P.D)...
La verdadera riqueza de los individuos está en su perseverancia y en su constancia