martes, 24 de abril de 2007

Karl Manheim: Diferencias entre ideología, utopia y poder.

Karl Manheim (Manheim, 1945)

La ideología está constituida por el conjunto de representaciones colectivas que tratan de mantener el statu quo político y económico, y la utopía por aquellas formas de pensar que intentan cambiar la sociedad. La ideología es el pensamiento del pasado y el presente, la utopía el pensamiento del futuro.

Perfil de ciudadano consumidor:

El consumidor no quiere ideología, quiere bienes y servicios, y ya habíamos visto que el consumidor de bienes arqueológicos tomaba la forma del turista. La figura del ciudadano consumidor es favorecida por el Estado-gestor, por varias razones. El Estado democrático occidental es en realidad patrimonio de dos grupos sociales: los funcionarios que lo administran técnicamente, y los políticos que lo gobiernan cuando sus partidos consiguen acceder al poder democráticamente. Los partidos políticos constituyen básicamente oligarquías que aspiran a ejercer el poder el mayor tiempo posible, y desean que el ciudadano limite su participación en la política a los procesos electorales periódicos, en los que desean conseguir el mayor número de votos, sin tener en cuenta si este voto es consciente, razonado o está impulsado por otros motivos. Los políticos aspiran a que los consumidores estén satisfechos con los servicios que el Estado ofrece y con el buen funcionamiento del mercado, logrado a base de una buena política económica, y a que gracias a ello sean confirmados periódicamente en el poder. A este tipo de políticos no les interesa que los consumidores utilicen otro tipo de criterios que no sean los económicos, y por ello tratan de reducirlo todo a la ideología del mercado, al que arteramente identifican con la "sociedad" (Canfora, 2003; 2004).

Patrimonio v/s Industria

Lo que no deben hacer esos políticos y funcionarios es convertir el patrimonio en una industria, en la que en realidad de lo que se trata es de que algunos grupos de apropien de una porción, mayor o menor, de la renta que se deriva del uso de los fondos estatales obtenidos a través de los impuestos. Repolitizar el patrimonio cultural presupone varias cosas. En primer lugar, enraizar la conservación del patrimonio a nivel local, haciendo de los habitantes de cada localidad los primeros interesados en su conservación, no porque de ello se deriven ingresos turísticos, ya que en este caso el patrimonio pasa a ser una rama subsidiaria de la hostelería, sino porque crean que en la conservación de ese patrimonio se esconde algo de su propia identidad. A su vez, eso sólo será posible si esa comunidad local se siente integrada en la comunidad política más amplia, nacional o supranacional, y si ha recidio o está recibiendo el nivel de educación suficiente para poder comprender qué es el patrimonio.
En segundo lugar, conseguir esto requiere integrar las políticas patrimoniales en una política global de formación, de Bildung, de los ciudadanos, en la que lo que se busque no sólo sea la rentabilidad electoral, que se cree conseguir con la promoción de grandes aniversarios, exposiciones u obras arquitectónicas impactantes (Museo Guggenheim de Bilbao, Cidade da Cultura en Santiago). Y esa concepción de la política, a su vez, presupone otra concepción del ciudadano, que no debe ser un votante manipulable por la propaganda u otros medios, ni un consumidor de "bienes culturales", sino un ser consciente y responsable capaz de asumir la parte que le corresponde en la configuración de un destino colectivo.

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A mí Tio Dario (Q.E.P.D)...

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La verdadera riqueza de los individuos está en su perseverancia y en su constancia