
Mejor aún, no dan ninguna muestra de arrepentimiento, ni de autocrítica. La cosa es echarle la culpa al empedrado, lavarse las manos y que las nuevas autoridades busquen algún milagro y hagan en cuatro años lo que ellos no fueron capaces de hacer en 20.
Llamativo resulta también que esta ola de solidaridad que embarga a personeros de la ahora oposición se de en una lógica donde fueron ellos quienes convirtieron a los que hoy defienden en presos políticos mapuches.
Este tipo de actitudes, entre otras, son las que han generado el desencanto entre el mundo político y los ciudadanos “de a pie” como les gusta decir a algunos. La inconsecuencia y el afán de figurar en los medios de comunicación por parte de estos parlamentarios, que se olvidan de su institucionalidad y que son elegidos por la gente para representarlos en el parlamento y no andar haciendo tonteras y avergonzando a sus electores, pareciera ser más fuerte que soluciones concretas y reales que apunte a una exigencia milenaria por parte del pueblo mapuche.
Ad portas del bicentenario de nuestro país la reflexión final podría ser de recomendaciones, críticas y autocríticas varias. Pero simplemente hay que ser capaces de entender algo que, nos guste o no, nuestra clase política se esfuerza en representar. El circo político da para mucho y la verdad es que a ratos la realidad supera en mucho a la ficción.
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